domingo, octubre 20

Vigo.

Buenas noches, mi amor. Me he ido a la cama una vez más, como cada noche. ¿Es relevante? Tal vez no demasiado pero ya sabes que todo lo que yo te digo te lo digo por algo. ¿Qué es ese algo esta vez, pesada? Es el hecho de que me voy a tu cama. El hecho de que ahora la vida es un poco menos mía y un poco (mucho) más nuestra. Nuestra porque ya no tengo que separarme de ti para irme a dormir. Te tengo conmigo, lejos pero a mi lado, a mi lado pero cerca. Tú con tus idioteces y yo con mi risa histérica pero, como sea, siempre juntos. Siempre el tú y el yo más nuestro que en todo el tiempo hasta hace un mes. A duras penas puedo describir la arritmia de felicidad que esta nueva vida provoca en mi cabeza, en mi corazón, en mi (no, perdón, nuestra) vida. Y es que te quiero, te quiero desde el puto primer beso pero, ¿sabes qué? te quiero más desde el enésimo que me has dado hace tan poco... Dicen por ahí que el tiempo rompe la magia y yo no he podido encontrar la fiabilidad de esa afirmación, porque aquí estoy yo, más enamorada que nunca, deseando que dejes de jugar al candy crush de una vez y vuelvas a abrazarme; más enamorada que nunca comportándome como la más imperfecta ama de casa; más enamorada que nunca viviendo, cada día, el mejor día de nuestra relación. Si lo pienso no puedo esperar ni un segundo, ni un sólo segundo, a que empiece el siguiente día a tu lado y, al mismo tiempo, se me rompe el alma cada segundo que muere en el día que va pasando. Y digo yo: "Iria, ¿cómo se puede ser tan ñoña?" Es muy fácil y sólo existe una razón, con nombre y apellidos para muchos aunque no para mí, para mí sólo eres amor. Sí, he dicho eres, eres, porque quién va a ser la razón si no lo eres tú. Que nada, que todo, que te quiero, que ya desvarío... "Lovin' you, baby"

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